La vida cotidiana nos enfrenta con una realidad innegable: la amplia distribución y accesibilidad de los locales de las denominadas “comidas rápidas”, más conocidas por su designación inglesa: fast food. No sólo en las grandes capitales y ciudades populosas pueden observarse cadenas de negocios que expenden este tipo de comidas, sino que incluso en pueblos más pequeños en casi todos los países del mundo se observa la popularidad de estos negocios.
Las razones que lo explican son muchas, pero pueden sintetizarse en razones de costos, rapidez y disponibilidad. En la vida moderna el tiempo para la preparación cuidadosa de los alimentos es cada vez más escaso.
Uno de los principales problemas que conlleva el consumo de comidas rápidas es sin duda el contenido de calorías. Tenga en cuenta que 2.000 calorías (muchas veces más de lo que un individuo sedentario precisa para cumplir con sus requerimientos de energía) pueden estar contenidas en una comida que se consume rápidamente e incluso sin necesidad de sentarse o emplear cubiertos… Por este motivo, diversas voces en el mundo han propuesto recursos para revertir el daño que puede provocar la ingesta de este tipo de alimentos. Entre ellas, puede mencionarse la del Dr. Brent Tetri, del Saint Louis University Center (EE.UU.) que señala 4 pasos básicos a seguir:
- Ponerse uno mismo un límite al número de comidas rápidas (fast-food) a ingerir en una semana. El autor de ese informe propone que sea sólo una por semana.
- Si necesita hacer una comida rápida, procure que sea lo más saludable posible. Por ejemplo, hamburguesas sin queso y sin mayonesa (reducimos de esta forma las grasas), evitar las frituras y las gaseosas comunes (que poseen entre 10 y 12% de azúcar = 80 a 90 calorías en un vaso mediano). Como ejemplo, se sugiere un sándwich de pollo grillado, una ensalada con aderezo bajo en grasas, agua mineral o gaseosa dietética.
- Mantenerse activo. Si en la actualidad no realiza ejercicios físicos por lo menos 3 veces a la semana, es momento de iniciar este plan ahora mismo. Recuerde que además de mejorar la circulación, reducir la presión arterial y evitar el exceso de peso, la actividad física le ayuda mejorar el perfil de lípidos sanguíneos, aumentando el colesterol -HDL.
- Concurrir periódicamente al médico para realizar los controles de laboratorio y otros estudios que el profesional que lo asiste considere conveniente; muchas veces se incluyen entre estos estudios los denominados hepatogramas (estudios de la función del hígado), así como ecografías abdominales, para evaluar si existen depósitos anormales de grasas en el hígado, lo cual suele ser una manifestación más del síndrome metabólico, con consecuencias cardiovasculares significativas.
Los últimos dos consejos, vale la aclaración, mantienen su vigencia aunque usted nunca concurra a un local de comidas rápidas.
Editora Médica Digital,
Noviembre de 2008