Atletas de élite, ¿portadores de supergenes?
Recientes estudios muestran que poseen una capacidad innata para producir energía para sus músculos en forma más eficiente.
LONDRES.- Aunque uno no sea un fanático del ciclismo, es difícil no maravillarse de la asombrosa destreza física de los finalistas del Tour de France, que en sólo 23 días recorren 3553 kilómetros. ¿Cómo realizan esas proezas físicas sobrehumanas?
Algunos argumentan que los deportistas de extrema resistencia están dopados al extremo. De hecho, el ganador del Tour de France del año pasado, Floyd Landis, podría perder su título tras haber dado positivo en el control antidoping. Su predecesor, Lance Armstrong, también fue acusado de abuso de drogas, aunque siempre negó las acusaciones y jamás dio positivo en ningún test.
Pero ¿no existe una explicación más natural para las increíbles habilidades de algunos atletas? Una posibilidad es que algunas personas simplemente nazcan con destrezas sobrehumanas. El entrenamiento desempeña un papel fundamental, pero, en condiciones equiparables, la clave para ganar la ventaja competitiva última quizás esté escondida en nuestros genes. No se trata de cuán largas son las piernas o los músculos: pareciera que lo que comparten muchos atletas de elite son mecanismos celulares productores de energía increíblemente eficientes.
Modelo para estudiar
El Tour de France es una de las competencias de resistencia física más duras del mundo, por lo que los ciclistas que en ella participan son buenos sujetos para el estudio de la biología de los atletas. Al tope de la lista se encuentra Armstrong, uno de los deportistas más exitosos del mundo.
Su fisiología innata ya lo aparta de la norma. Armstrong nació con corazón y pulmones más grandes que lo normal -una característica común entre los más destacados ciclistas y corredores de maratón-. Esto significa que el ritmo con el que el oxígeno es bombeado dentro de su cuerpo es mayor que el de la gente común.
Para ser un atleta de resistencia extrema, el cuerpo necesita ser supereficiente en producir energía, y los niveles de oxígeno en sangre son cruciales. Las células producen energía de dos modos. Para los rápidos estallidos de poder, pueden quemar carbohidratos en ausencia de oxígeno (respiración anaeróbica). Este es un proceso ineficiente que genera ácido láctico, que a su vez contribuye al cansancio muscular. Esta forma de respiración es vital como fuente de energía para levantadores de pesas y velocistas.
Las células normalmente emplean la respiración aeróbica, un proceso más lento que emplea oxígeno y glucosa, o grasa. Los atletas de deportes de resistencia generan la mayor parte de su energía de esta forma.
El nivel más alto en el que el organismo puede llevar el oxígeno a los músculos y luego convertirlo en energía es el VO2max, y mide el volumen de oxígeno por kilogramo de peso corporal por minuto. Un hombre sano tiene en promedio un VO2max de entre 40 y 50 ml/kg/min, que puede subir a entre 60 y 65 después de un entrenamiento prolongado.
Cuando se encuentra completamente entrenado, Armstrong tiene un VO2max de 83,8. Edward Coyle, del Laboratorio de Performance Humana de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, sostiene que incluso si Armstrong llevara una vida sedentaria su VO2max no bajaría de 60. “No se trata sólo de entrenamiento”, dijo Coyle. Armstrong está genéticamente predispuesto a estar por encima del promedio.
Pero existe otro factor que distingue a Armstrong de la mayoría de sus contemporáneos. Cuando Coyle midió los niveles de ácido láctico en los músculos de Armstrong después de haber realizado ejercicio, halló que eran mucho más bajos que los de cualquier otro ciclista que hubiera evaluado.
Hasta hace poco tiempo, se admitía que el ácido láctico (o lactato) era malo, por causar calambres y fatiga muscular. Sin embargo, existe un cúmulo creciente de evidencia que sugiere que también puede actuar como una fuente extra de energía, si es que el cuerpo ha aprendido cómo utilizarla.
El año pasado, George Brooks, de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, mostró que las células musculares pueden reutilizar el lactato al trasportarlo desde el citoplasma (el fluido gelatinoso que llena las células) hasta la mitocondria, que es el lugar donde la célula produce energía.
“El entrenamiento de resistencia parece incrementar la cantidad de lactato que es consumida por la mitocondria, aunque es muy probable que las mitocondrias de algunas personas sean mucho más eficientes a la hora de convertir el lactato en energía”, dijo Brooks. Una utilización eficiente del lactato puede ser verificado por una reducida presencia en los músculos, como la que se observó en Armstrong. “Imagino que Armstrong es un experto en el procesamiento del lactato, tanto en forma innata como adquirida”, agregó Brooks.
Por Linda Geddes
De New Scientist
(La Nación)